
Más de 600 sacerdotes se enfrentarán en la Copa de la Fe: por Santander participan dos equipos
Durante cinco días, 27 delegaciones de sacerdotes colgarán la sotana para vestirse de cortos y disputar, con pasión y fraternidad, las copas de oro, plata y bronce en una nueva edición de la Copa de la Fe.
Este certamen único que combina deporte, espiritualidad y misión social, tendrá como sede el departamento del Quindío y se jugará en escenarios como las canchas de Comfenalco en Armenia, y en los municipios de Montenegro y La Tebaida.
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Más que una competencia, la Copa de la Fe es una expresión del compromiso pastoral con nuevas formas de evangelización. Así lo ha afirmado monseñor Carlos Arturo Quintero Gómez, obispo de la Diócesis de Armenia, quien lidera la organización del evento junto a la Conferencia Episcopal de Colombia. “Aquí el balón no solo rueda por la victoria, sino por la esperanza, la reconciliación y la unidad entre comunidades”, expresó el prelado.
El torneo, que ya es tradición, involucra un despliegue logístico de alto nivel que ha sido articulado entre la Diócesis, Comfenalco Quindío, la Alcaldía de Armenia, la Gobernación del Quindío y empresarios locales.
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Cada equipo contará con entrenadores, preparadores físicos y personal médico, garantizando un desarrollo seguro y profesional del evento. Además, se ha previsto alojamiento, alimentación y transporte para los más de 600 participantes, quienes llegarán al corazón del Eje Cafetero a vivir una experiencia espiritual, deportiva y humana.
Aunque tiene una estructura competitiva, el verdadero espíritu del torneo es simbólico y misionero: unir pueblos, culturas y religiones en torno a valores cristianos como la fraternidad, el respeto, la alegría del encuentro y el compromiso con los más necesitados.
Además, en el desarrollo de la competencia se otorgarán puntajes: el primer y segundo lugar disputarán la copa oro, tercer y cuarto lugar la copa de plata y el quinto y sexto la copa de bronce.
En las tardes, luego de los partidos, los sacerdotes participarán en actividades pastorales y sociales con comunidades vulnerables, reafirmando su rol como líderes espirituales al servicio del prójimo.
Así, el Quindío se convierte en epicentro de un evento que no solo pone a prueba las habilidades futbolísticas del clero, sino que también fortalece los lazos de cooperación entre iglesias hermanas del continente. Una Copa donde la fe no solo se celebra en el altar, sino también se vive con cada pase, cada gol y cada gesto solidario en la cancha.